Una casa de kenningars, monstruos y música: así vivimos el primer Festival del Libro Infantil en Medellín
En los últimos días de febrero y primeros de marzo, en Medellín surgió una ciudad nueva. En Parques del Río, un parque lineal que celebra al Río Medellín cuando pasa cerquita del centro de la ciudad, crecieron carpas para celebrar la lectura, escenarios para escuchar las voces de las niñas y niños, los libros se tomaron el espacio y sus habitantes principales fueron los más pequeños. Nació en Medellín el Primer Festival del Libro Infantil.
En el camino desde el Teatro Metropolitano hasta el lugar se sentía en el aire la energía desbordante: como la música que va subiendo de volumen, aparecieron risas, gritos de emoción, vitalidad en los cuerpecitos que recorrían el espacio; los stands se llenaron de exploradores de historias y entraban a los talleres de fomento de lectura como si atravesaran un portal a otros mundos.
En efecto, eso hacían. Cada espacio del festival estuvo pensado para que esos grupos de niñas y niños que lo habitaran, hicieran recorridos por la imaginación, las historias y las múltiples posibilidades que la literatura le ofrece a quien se acerca a ella. De repente, una roca no era sólo una roca, sino un tesoro escondido. Un arbusto se convertía en la base de una fortaleza. Las flores amarillas no eran sólo parte del entorno, sino pequeños hechizos de la naturaleza esperando ser descubiertos. Todo eso fue el festival.
A esos mundos posibles del festival, nos unimos como Cosmo Schools. Las puertas de la Casa de la Imaginación de Comfama, una casa que es también biblioteca y que muta según lo que la habite, se abrieron para convertirla en diferentes escenarios. Juliana, mentora de Cosmo, fue la primera en crear un mundo nuevo. A través de la escritura de kenningars, una tradición poética vikinga que invita a mirar el mundo de manera metafórica, esta maestra llevó a sus invitados a construir historias con elementos de la naturaleza. Para guiarlos hacia la inspiración les pidió tomar un objeto de la naturaleza que les gustara de algunos que había dispuestos sobre el piso. Los nuevos escritores observaban los elementos con detenimiento: las texturas, los colores, las formas. Muchos tocaban las rocas y todos se detenían, fascinados, ante una que tenía forma de corazón. También les encantaban las flores amarillas que había en el espacio, que tomaban con cuidado, como si en sus manos sostuviesen pequeños tesoros. Con la guía de Juliana, construyeron un librito que guardó sus poesías, escritas a manera de kenningar y bajo la inspiración de los elementos que tomaron. “El arcoiris son colores flotantes”, decía un poema. Para poder abrir este librito, dijo Juliana, debían crear un conjuro. Así que cada uno inventó uno: “Flor, flor, si me dejas puedo abrir el libro hoy”, dijo Victoria y abrió su libro.
Más adelante, la Casa se volvió un mundo de monstruos. Junto con Valentina Toro, escritora e ilustradora colombiana, los miedos de los visitantes de este taller pasaron de ser monstruos a amuletos de la suerte. De todas las formas y colores, con ojos grandes, con muchos ojos, con orejas en punta o sin orejas, con brazos largos, rayados con muchos colores o con el color favorito de su autor, los monstruos que vivieron por una hora en el taller hicieron que las niñas y niños pusieran allí sus miedos y les hablaran. “Un monstruo es muy útil para ayudarnos a atravesar situaciones que nos dan miedo”, dijo Valentina. “Por ejemplo, a mí me gustaría tener uno en el bolsillo que me abriera las puertas cuando me quedo encerrada”. Y entonces, de su mano, los monstruos se volvieron también un amuleto.
El último día del festival, la Casa de la Imaginación se convirtió en un escenario para bailar. De la mano de Tintea, los cuentos se volvieron música. Brincar en un pie, sacudir la cabeza, tejer una estrella y dar vueltas, fue la rutina del domingo para cerrar esta jornada literaria. “¡Ustedes son muy buenas!”, dijo uno de los asistentes mientras sonreía y una gotica de sudor hacía eco de sus ganas insaciables de bailar.
Ese es el mundo de la literatura que, durante cuatro días, cautivó a Medellín para entregársela a las niñas y niños. Durante cuatro días, los adultos nos detuvimos a escucharles, leerles historias, dejarnos interpelar por su imaginación y construir mundos con ellos. Porque cuando las niñas y niños hablan, el mundo entero debería detenerse a escuchar.
El primer Festival del Libro Infantil se celebró en Medellín del 27 de febrero al 2 de marzo de 2025. Gracias a la alianza entre el Centro Cultural San Vicente y Cosmo Schools, kenningars, monstruos y música llegaron a la Casa de la Imaginación de Comfama, siempre aliada en este camino. Así seguimos construyendo una escuela que es también un centro cultural abierto a la ciudad y que cree en la acción colectiva para ser un movimiento que transforma el presente.
