El poderoso hecho de estar vivos

Imaginación poética por el cuidado de la Tierra en el Festival Actuar por lo Vivo  

El pasado jueves 8 de mayo, 131 estudiantes de Cosmo Barrio Colombia y Cosmo Centro, participaron en el Festival Actuar por lo Vivo, una invitación a conversar sobre el cuidado de la vida y la Tierra a través del arte, la ciencia y la imaginación.

Por: Dayana Molina Ramírez

Imagen: Juan Esteban Rivas

Este festival, que nació en Francia como Agir pour le vivant y se celebra en Colombia desde 2022, por iniciativa de Comfama, junta a comunidades a debatir ideas socioambientales en toda su complejidad: apropiación de tierras, economía regenerativa, ecofeminismo, alianza entre humanidad y biodiversidad, justicia social y ambiental, refundación democrática, habitabilidad de los territorios, conocimientos desde los márgenes, reflexión sobre los bienes comunes y emprendimiento solidario. 

En esta cuarta edición, nuestros estudiantes visitaron el Claustro Teatro de Comfama, donde participaron en tres actividades conectadas entre sí por el aprendizaje experiencial: Espacio experimental: juntos haciendo, Domo: unidos bajo un mismo cielo y la exposición Biofilia viajera, llevados a cabo por el Parque Explora y el Planetario de Medellín.

En Espacio experimental, un laboratorio creativo de texturas vivas y plantas, exploraron el mundo a través de juegos como el jenga, cartas y rompecabezas, que estimularon el tacto, el oído y la palabra. En el Domo inflable de El Planetario, se convirtieron en cartógrafos celestes y vieron la historia Animales celestes, una narración de las constelaciones ancestrales de montaña, río y mar de los cielos de Antioquia, como La Cangreja, La Bagra y El Puma. Y, en Biofilia viajera, interactuaron con una exposición científica, poética y sensorial, donde se abrieron preguntas y memorias sobre nuestra relación con huesos animales, corales, semillas y plantas secas. En cada espacio se cruzaron la narración, la conversación y la ecología, dejando que el aprendizaje atravesara el cuerpo, a imaginación y el sentir.

Después de esas vivencias, para capturar las apreciaciones de los estudiantes desde su propia voz, les preguntamos qué admiran del planeta y cómo se imaginan otras formas de relacionarnos entre especies. Esto fue lo que nos compartieron:

¿Qué planta, animal o fenómeno natural te sorprende más?

Jacob, de noveno, respondió:

“El poder de los bagres de sentir mucho. El sentido del tacto de ellos es muy bueno. Me ayuda a entender que muchas especies son diferentes y que cada una tiene sus cualidades. Eso enseña a respetar”.

Sara, también de noveno en Barrio Colombia, nos dijo:

“Las auroras boreales… me parece muy bonito que se puedan formar colores hacia el cielo naturalmente”.

Y si pudieras inventar una constelación, ¿qué forma tendría y qué historia contaría?

Valery lo pensó así:

“Un koala, porque me gusta que ellos cuidan el lugar donde viven”.

Si pudieras ser amigo de una planta, ¿cuál sería? ¿Qué te enseñaría?

Samanta, de séptimo, dijo:

“El frailejón, porque recolecta agua de la lluvia. Nos enseña a cuidarla, a no desperdiciarla”

Y agregó:

“Las plantas carnívoras parecen tranquilas, pero están siempre esperando para atacar a los animales con sus gases.”

Ese día llovió, y no poco. La lluvia caía con fuerza sobre el techo del Claustro Comfama, como si también quisiera sumarse. Pero ni el aguacero ni el frío detuvieron las ganas de estar, de jugar, de aprender, de compartir. La naturaleza se metió por todas partes, en las actividades, en las conversaciones, en el cuerpo mismo. Como si la lluvia nos recordara, con sus canto, que también es parte de lo vivo, que también tiene derecho a estar.

Como artista y testigo de esta jornada, sentí que algo se movió por dentro; no fue una certeza lo que quedó, sino una mirada curiosa de lo cotidiano, con menos respuestas. Como decía Lygia Clark —artista brasileña, cofundadora del Movimiento Neoconcreto, comprometida con redefinir la relación entre el arte y el ser humano a nivel conceptual y sensorial—:

“El arte ya no está en el objeto, sino en la experiencia compartida, en el encuentro”.

Y quizás eso fue lo que pasó aquí, que el arte se filtró en las miradas, nos permitió acercarnos a lo vivo de una manera más abierta, más sentida. Tal vez de eso se trató este festival, de recordar que educar también es una forma de cuidar, de crear lazos, de reconocernos distintas pero profundamente conectadas por lo esencial: el poderoso hecho de estar vivas.