Proyecto Ambalema: una conversación que comienza a florecer

¿Qué pasa cuando llegamos a un nuevo lugar? ¿Cómo huelen sus calles? ¿De qué conversan las personas que lo habitan? Algo sucede cuando salimos de nuestra mirada habitual y nos abrimos a la mirada del otro: lo cotidiano se transforma. Algo así sentí durante la visita de Cosmo a Ambalema.

Por: Jonatan Alejandro Cuadros Rodríguez

Desde 2024, gracias a la alianza entre la Fundación Corficolombiana, Pajonales, la Alcaldía de Ambalema y Cosmo, acompañamos el fortalecimiento de la calidad educativa en dos instituciones de este municipio del Tolima: la Institución Educativa Nicanor Velásquez Ortiz y la Institución Educativa Técnica El Danubio.

El Proyecto Ambalema se desarrollará durante cuatro años (2024–2027); en este, su segundo año, el proyecto contempla:

  • Formación a directivos docentes a través del programa Rectores y Coordinadores Líderes Transformadores.

  • Formación a docentes en pedagogías activas.

  • Trabajo con estudiantes en lectura y escritura mediante el programa Aprendamos Todos a Leer (ATAL).

  • Escuela de Familias en temas de cuidado, crianza y bienestar. 

  • Acompañamiento al modelo de evaluación institucional.

Ambalema, municipio de más de 6.500 habitantes, abrazado por el río Magdalena y con una estación ferroviaria que data de 1917, habla de su historia en cada esquina. Lo hace en sus calles, en su arquitectura de estilo colonial y vernáculo, en sus casas sostenidas por estantillos que conservan la forma irregular del árbol, como si resistieran a la perfección. Por esta característica, se le conoce como “la ciudad de las mil y una columnas”, título que acompaña su declaratoria como Monumento Histórico Nacional desde 1980. La historia también la cuenta el busto de Policarpa Salavarrieta, custodiado por árboles de mango y totumo; el paseo de las esculturas de mitos y leyendas; o el billar que ocupa toda una esquina del parque y que, más que lugar de ocio, es un lugar para la juntanza. 

En esos días conocí a don Cantalicio —así lo llaman en el pueblo, en honor al músico Cantalicio Rojas y a un maquinista de ferris—. Tiene su motorratón en el parque principal, desde donde transporta a vecinos y visitantes, pero también ofrece algo más: historias. Es un guía espontáneo, un contador de relatos. En el camino a visitar las instituciones educativas, nos habló de Joaquín, un artista local que trabaja murales en alto relieve en la fachada de la Nicanor Velásquez. Estas obras honran la memoria de Ambalema, la historia que insiste en no ser olvidada, y tal vez, también, alimentan la esperanza en las nuevas generaciones que caminan estas calles.

Joaquín (no logré conocer su apellido) ha llenado de arte las calles, hoteles y espacios públicos del municipio. Su trabajo parece silencioso y meticuloso, casi solitario. Lo saludamos mientras trabajaba en un mural. El gesto fue tímido, pero cálido, como el de don Cantalicio y doña Nancy, la administradora del hotel donde nos hospedamos.

También navegamos el Magdalena. En ese momento comprendí un poco la nostalgia que Gabriel García Márquez expresaba al hablar de este río. Fue una experiencia sublime: ver el sol esconderse en su horizonte, dudar si el que se movía era el río o las montañas. Fue una danza lenta entre agua y tierra. El río, ingrávido río.

Entonces, ¿qué tiene todo esto que ver con la conversación, con la posibilidad de abrirnos a la mirada del otro? Precisamente eso: que la mirada ajena puede devolvernos la capacidad de asombro, ayudarnos a ver lo habitual con otros ojos, a no quedarnos en lo definitivo, sino expandirnos. Y eso, creemos en Cosmo, puede suceder cuando entendemos la educación, la cultura y la estética como experiencias que cambian la perspectiva. 

Cosmo, como el movimiento educativo que se propone ser, está sembrando una manera distinta de vivir la escuela a más de 347 kilómetros de Medellín. El proyecto en Ambalema se ha convertido en una acción colectiva para dinamizar la vida educativa del municipio, para hacer de la escuela un puente entre lo público y lo privado, un lugar donde los sueños de niños, niñas y jóvenes e incluso, de los maestros, encuentren impulso.

Fotografía: Escuela de Familias, proyecto Ambalema, 2024.

Fue precisamente en esa búsqueda de una escuela viva y abierta donde se dio el encuentro con René López, rector de la Institución Educativa Nicanor Velásquez. Su mirada atenta, su corazón ensanchado y su voz propositiva nos permitieron imaginar el colegio como un centro poroso, que abre sus puertas a las conversaciones que movilizan a toda Ambalema: ¿Y si hacemos una escuela flotante en el río Magdalena? ¿Qué tal un colegio expandido para hablar sobre el turismo cultural y patrimonial? ¿Podemos diseñar una ruta vocacional para los estudiantes de 11.°? Preguntas que se convirtieron en posibilidad, que se integraron al plan de acción de este viaje transformador de cuatro años en Ambalema.

Siguiendo ese impulso, a través de una educación inspiradora, experiencial, cercana, que enciende la chispa del aprendizaje, queremos acompañarlos a descubrir su propósito, a encontrar ese ritmo interno que los conecte con sus pasiones. Y tal vez —como el Magdalena que cruza sereno el territorio—, acompañarlos en un movimiento vital, expansivo, que no se detiene. Ese podría ser, con humildad y esperanza, el mayor aporte de este proyecto que está floreciendo en Ambalema, que está congregando e hilando a maestros, estudiantes y familias, entre ellos, pero también con Cosmo, en una conexión nodo a nodo de esta red educativa que empezamos a activar.