Desde 2024, gracias a la alianza entre la Fundación Corficolombiana, Pajonales, la Alcaldía de Ambalema y Cosmo, acompañamos el fortalecimiento de la calidad educativa en dos instituciones de este municipio del Tolima: la Institución Educativa Nicanor Velásquez Ortiz y la Institución Educativa Técnica El Danubio.
El Proyecto Ambalema se desarrollará durante cuatro años (2024–2027); en este, su segundo año, el proyecto contempla:
Formación a directivos docentes a través del programa Rectores y Coordinadores Líderes Transformadores.
Formación a docentes en pedagogías activas.
Trabajo con estudiantes en lectura y escritura mediante el programa Aprendamos Todos a Leer (ATAL).
Escuela de Familias en temas de cuidado, crianza y bienestar.
Acompañamiento al modelo de evaluación institucional.
Ambalema, municipio de más de 6.500 habitantes, abrazado por el río Magdalena y con una estación ferroviaria que data de 1917, habla de su historia en cada esquina. Lo hace en sus calles, en su arquitectura de estilo colonial y vernáculo, en sus casas sostenidas por estantillos que conservan la forma irregular del árbol, como si resistieran a la perfección. Por esta característica, se le conoce como “la ciudad de las mil y una columnas”, título que acompaña su declaratoria como Monumento Histórico Nacional desde 1980. La historia también la cuenta el busto de Policarpa Salavarrieta, custodiado por árboles de mango y totumo; el paseo de las esculturas de mitos y leyendas; o el billar que ocupa toda una esquina del parque y que, más que lugar de ocio, es un lugar para la juntanza.
En esos días conocí a don Cantalicio —así lo llaman en el pueblo, en honor al músico Cantalicio Rojas y a un maquinista de ferris—. Tiene su motorratón en el parque principal, desde donde transporta a vecinos y visitantes, pero también ofrece algo más: historias. Es un guía espontáneo, un contador de relatos. En el camino a visitar las instituciones educativas, nos habló de Joaquín, un artista local que trabaja murales en alto relieve en la fachada de la Nicanor Velásquez. Estas obras honran la memoria de Ambalema, la historia que insiste en no ser olvidada, y tal vez, también, alimentan la esperanza en las nuevas generaciones que caminan estas calles.
Joaquín (no logré conocer su apellido) ha llenado de arte las calles, hoteles y espacios públicos del municipio. Su trabajo parece silencioso y meticuloso, casi solitario. Lo saludamos mientras trabajaba en un mural. El gesto fue tímido, pero cálido, como el de don Cantalicio y doña Nancy, la administradora del hotel donde nos hospedamos.